La rodilla es una articulación de carga en la cual, sus componentes óseos y ligamentarios soportan gran parte de nuestro peso cuando realizamos actividades cotidianas como: caminar, subir y bajar escaleras, y de esfuerzo al realizar actividades deportivas. Esta articulación propiamente funciona como una bisagra; lleva a cabo movimientos de flexión y extensión (doblar y estirar) que gracias a los ligamentos propios de la misma soporta ciertos rangos de rotación.
Dentro de ella están los meniscos que son unas estructuras cartilaginosas en forma de C el medial o interno, y en forma de O el lateral o externo, cuya funciones principales son:
• Transmisión de cargas desde el muslo hacia la pierna.
• Hacer congruente una superficie redonda, como lo es la parte distal del fémur.
• Hacer congruente una superficie plana, como lo es la parte proximal de la tibia.
• Funciones de propiocepción dependiendo de la actividad que se esté realizando para no rebasar los limites de la articulación en sus componentes ligamentarios.
• Llevar un pequeño porcentaje de la producción de líquido sinovial dentro de la rodilla.
El cartílago de la rodilla que recubre los extremos del fémur -la tibia en su parte distal y proximal respectivamente- es el componente que absorbe las cargas a las que está sometida la articulación dependiendo de las actividades que realicemos. Llega a su punto de madurez y resistencia en la segunda década de vida y de ahí mantiene su fuerza; a partir de los 40 años comienza su desgaste de forma natural. Lo anterior depende de muchos factores, siendo la obesidad un factor importante para que el desgaste se empiece a manifestar desde edades tempranas.
En jóvenes son frecuentes lesiones ligamentarias y de meniscos. En adultos se observa desgaste articular o artrosis.
La valoración de cualquiera de las estructuras de la rodilla [cartílago, ligamentos o meniscos] deben hacerse de forma directa ya que, los síntomas que se presentan al lesionarse cualquiera de éstas, son muy parecidos y pueden estar combinados -si hay mecanismos que lesionen- a más de uno de los componentes de la rodilla. El dolor y la inflamación son síntomas que se presentan cuando se lastima cualquiera de las estructuras de la rodilla, como: el bloqueo articular, la limitación para la flexión y la extensión de la rodilla.
Esto orienta más a lesiones de meniscos y síntomas de inestabilidad y debilidad, refiriéndose a lesiones ligamentarias. Cuando el desgaste articular de la rodilla es muy severo, además de los síntomas de dolor e inflamación, se acompaña con tronidos y rechinidos al doblar, o al estirar la rodilla. Los pacientes pueden observar que la rodilla se va deformando por la falta de cartílago en alguno de sus compartimentos. Es importante hacer una valoración clínica y de imagenología de la rodilla para decidir cuál es la mejor opción para el paciente.
Cuando las lesiones son parciales o incompletas el reposo, la inmovilización, los analgésicos o los antinflamatorios por un par de semanas, seguido de un programa de rehabilitación, suele ser suficiente como tratamiento. Lesiones ligamentarias y meniscales completas, suelen requerir tratamiento quirúrgico mediante artroscopía, siendo éste un método de mínima invasión con resultados positivos para el paciente. Cuando el desgaste articular es severo -con deformidad de la rodilla- el recambio protésico de la rodilla es una gran opción, mejora la calidad de vida de los pacientes eliminando el dolor de la articulación hasta en un 99%.
Para mayor información, contacta a:
Dr. Roberto Espinosa López
Especialista en Ortopedia y Traumatología
Médica Sur | Torre 1 | Consultorio 330
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