En esta época es común estar pensando qué le regalaremos a nuestras amistades, a los hijos, al amigo secreto, a la suegra, al ahijado, a los clientes, las listas de regalos parecen interminables y a la hora de estar repartiendo regalos, es común darnos cuenta que alguien nos faltó y tenemos que hacer malabares para lograr darles a todos al menos un detalle.
Aunque es de esperarse que estas épocas navideñas estén llenas de regalos, comida típica, adornos, evento tras evento, y demás tradiciones; sería bueno parar un poco y pensar si realmente estamos haciendo lo que debemos hacer o si nos estamos dejando llevar por el frenesí de la gente olvidando lo verdaderamente importante.
¿Cuál sería la mejor manera de pasar estas fechas? ¿Qué regalo sería el ideal para cada persona?
Ante este tipo de preguntas muchas respuestas pueden surgir, tantas como puntos de vista y formas de ver la vida hay, pero sin duda, si regresamos a las bases, si nos volvemos un poco más niños y dejamos nuestras preocupaciones de adultos a un lado, nos daremos cuenta que podemos tener muchas cosas qué hacer, pero pocas son realmente importantes.
Preguntémonos qué tanto tiempo pasamos en los eventos que tenemos y cuánto tiempo de calidad pasamos con nuestros seres queridos. Cuánto gastamos en regalos esperando darle al clavo con aquello que de verdad quisiera la persona, y cuánto tiempo dedicamos a fortalecer lazos con esas mismas personas. Cuánto comemos y bebemos en fiesta tras fiesta y cuantas de esas veces podríamos controlar nuestros antojos y decirnos: “ya basta”, “hasta aquí”.
Todas estas fiestas, regalos y demás tradiciones pueden estar presentes en nuestros días sin que recordemos el verdadero significado de la Navidad. Si tomamos en cuenta que esta es una celebración religiosa desde sus orígenes, recordemos que se trata del nacimiento del Niño Dios. Tratemos de invitarlo a nuestras fiestas y demos el lugar que se merece. Si creemos en Él y la buena nueva que nos ha traído, que en nuestras casas no sólo haya adornos de Santa Claus, renos y botas; tengamos un espacio propio para el Nacimiento y acostemos al Niño Jesús en la noche del 24 de diciembre.
El más preciado regalo de Navidad que podemos dar a nuestros seres queridos es darnos a nosotros mismos, dedicarles tiempo, cariño, ayudar en todos los preparativos.
Seamos útiles, tratemos de olvidarnos de nosotros y enfoquemos en hacer felices a los demás, seamos un instrumento de paz en nuestras familias y no causa de conflictos. Sin duda habrá que ir a buscar regalos, pero recordemos que más vale demostrar con obras nuestro cariño a los seres queridos, que todos los regalos que pudiéramos darles.
Por otro lado, si buscamos pasar tiempo de calidad con la familia y amigos, recordemos que sobre todo se trata de vivir una noche de paz, como dice la canción. Paz de la cual mucha gente no gozará debido a guerras o delincuencia. No existe un seguro que nos garantice la paz cuando nuestra patria entra en conflictos. Aseguremos lo que podamos, y para aquello que sale de nuestro alcance.
Lo más importante que podemos asegurar es el amor que queremos dejar sembrado en nuestros seres queridos. Así que, antes de pensar todo lo que tienes que hacer estos días previos a la Navidad, organiza tu día asegurando que dejes tiempo para convivir y dejar buenos recuerdos llenos de cariño y atenciones para tus seres queridos. Recordemos que de poco nos servirá asegurar la vida presente si nos olvidamos de asegurar con nuestra entrega y amor la vida eterna.
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